Ayer, el rey Felipe VI se pronunció ante la nación, con un
discurso que se podría pensar que se lo había plagiado al presidente del
Gobierno, o podría decirse, desgobierno. Bien, plagios aparte, porque ya
sabemos quién presume de un historial de plagios, y no es el rey.
El discurso fue seguido por 14.580.000 espectadores, uno de
los más seguidos desde 1992. Pese a ello, lo único que se podía escuchar por
las calles era a centenares de personas, por no llamarlos energúmenos,
golpeando sus cacerolas a ritmo de bombo y platillo.
Este suceso vivido ayer es el que me genera la duda de ¿por
qué ahora y, por qué con el rey? Vale, es verdad que el rey emérito no lo ha
hecho bien, que pese al dinero que ya tenía, ha llevado, en secreto, cuentas
opacas. Pero, por eso tenemos que culpar al actual rey, cuya única
culpabilidad, si se puede considerar así, es ser hijo de quien ha jugado sucio.
Y mi verdadera duda, ¿por qué condenamos al que no ha hecho
nada y no al que, por vagancia, por qué le daba igual o por qué no le importamos
nada, nos ha llevado a esta situación?
Recordemos que el queridísimo director del Centro de
Coordinación de Alertas y Emergencias del Ministerio de Sanidad, Fernando
Simón, decía que no nos teníamos que preocupar, que el contagio era muy local y
no serían más que unos pocos casos, y el Gobierno lo suscribía, y miren como
estamos ahora.
¿No estaremos abucheando a quién no debemos? ¿Qué diferencia
hay entre ser hijo de quien defrauda, a ser el que, por no hacer nada en su
momento, apretó el gatillo contra los más de 500 fallecidos que hay, a día de
hoy? El código penal tiene clara la diferencia, y no sé por qué, pero condena
más al asesino que al defraudador.
Y es muy fácil decir que no lo vieron venir, pese a que las
alarmas sonaban a todo volumen. Pero, aun así, el homicidio imprudente es más
castigado que lo anterior.
También es fácil decir que no tenían manual para esta crisis,
siendo que tenía ejemplos como China, Corea del Sur, o, más cercano, Italia.
Solo espero que se recapacite sobre lo de ayer, y que, una
vez terminado esto, se pidan responsabilidades y se tomen medidas. Porque lo
que no se puede ver venir es, o que no está, o que no se quiere ver venir.
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